lunes, 2 de abril de 2012

Nuestras llaves

Dijeron que tenía la cara más bonita del mundo, que sus ojos centelleaban alegría e ilusión como si todo con ella fuera universo, que poseía la mente con más capacidad para hacer del miedo su aliado y el ama con más capacidad para ver rocío en los cristales. Creció con murciélagos alrededor, con cuervos picoteando sus sueños, con arañas recorriendo su cuerpo.
 Fiel a su nombramiento, a lo que se esperaba de una niña que debía ser princesa; intento volar con los murciélagos, hacer sus sueños cada vez más pequeños e ir quemando la piel de su cuerpo. Haciendo de ello su secreto, su tabú. Cosió con alfileres sus labios, sin ningún tipo de cuidado, sin ningún tipo de anestesia. No corto la hemorragia, solo era un poco más de sangre, y una herida más, que taparía con la que decían era la sonrisa que podía hacer rey feliz a cualquiera.
Sus noches cada vez se hicieron más largas, gracias al insomnio que se convirtió en su compañero de cama; mientras su almohada se convirtió de blanca a negra, color propio de su maquillaje de pestañas. En sus parpados se poso una luna gris, y sus labios no producían esa curva tan bonita de antaño.
 Sus reyes chillaban, el mundo no debería de verla así. Si su voz se volvía quebrada, si sus ojos ahora veían el infierno, si su mente ahora solo era miedo, si su alma estaba rota por los cristales.. todo era indiferente; Una princesa de esa casa debía de guardarlo en la cajita de su habitación. Abrirla a solas; sin molestar a nadie, en el silencio de las voces de su mente. Y cuando hubiera miradas en ella cerrar de un golpe la cajita, maquillar el rostro y dar siempre los buenos días.
Algo falló, ella quebró. El infierno la quemo. Los hombres que la alababan solamente pretendían que ardiera en sus sabanas; a cuenta de ella quedaba el fuego de su alma. Los murciélagos invadieron su cabeza, de una forma tan inmensa que ni un solo espacio quedo libre de oscuridad y de chillidos. Los cuervos entraron en su alma haciendo de ella un lugar hostil, frió, y sin el menor amor por lo poco que quedaba de ella misma. Las arañas, convertidas en sus manos, hicieron su cuerpo cada vez mas diminuto, más frágil. Su almohada negra contagio las sabanas, y, de ahí, su refugio. Nadie se atrevía a entrar en ella, todos daban por perdido encontrar algo de luz en ella.
Con el miedo de su mente creó una llave fría como su alma; y negra como sus sabanas. Dio quinientas vueltas en la cerradura.Tantas como, en el fondo, gritaba que alguien la abriera;  pero solo como quién pudo recoger la espada de Excalibur.
Miles de impostores intentaron atravesar la puerta, llevados por el recuerdo de lo que había sido precioso. Y llevados por el único deseo de llevar ese supuesto tesoro una noche a la hoguera de sus cuerpos y,  devolverla cuando su mente llorara. Nadie pretendía más que poseer eso que decían ser la cara mas bonita del mundo; por una noche, por un sonido de placer. Algunos derribaron la puerta  haciendo eco de su fuerza bruta, y disfrutaron, en la oscuridad de las noches, de la envoltura que quedaba de lo poco de esa alma. Pero siempre llegaba el despertar y como no, la huida.
 Ella se envolvió en las olas negras de su océano, un mar más salado que aquel que llamaban Muerto. Se cosió de nuevo las heridas, de nuevo sin anestesia. Así pintaría de rojo aquel hogar tan negro, algo de color siempre era bienvenido - le habían dicho quienes se ocupaban antes del carmín de sus labios-. Pero esta vez no era carmín, el carmín lo había dejado en los labios de algún indeseado. Volvió a forjar una nueva llave más gélida y,  una nueva puerta más dura que la derribada. Se acostó esperando la luz que los cuentos le habían contando que venia desde el cielo.
 Y en un atardecer, cuando ya todo oscurecía, escucho un sollozo. El primer sollozo que no venía de su respiración. Cada vez más cerca, justo al lado de su puerta. Pero nadie entraba. Se encontró entre la punta de su espada y el precipicio de su miedo; entre quedarse en su cárcel, para que nadie le hiciera más heridas, o entreabrir un poco la puerta y descubrir quién pedía ayuda. Quién pedía ayuda en el idioma que ella conocía. Y la abrió y, en ese momento, una puerta, delante de ella, se abría también.
 Un hombre como ella; cansado, perturbado de recuerdos, lleno de oscuridad y de oleaje; con un gesto de pavor abriendo su respectiva puerta - forjada de hielo y de cristales- . Y así se quedaron incontables segundos, quietos, pero sin retroceder a sus adentros. Y al final,  dos medias sonrisas se dibujaron en sus rostros, que dejaban ver algo parecido a lo que habían sido. Decidieron, con las miradas, dar pasos pequeños, seguros, con confianza, sin miedo.
Se encontraron luego frente a frente y, los dos, se dijeron sinceramente: "buenos días"

2 comentarios:

  1. Eres una maquina escribiendo mi chica serxyyy,
    cada día me sorprendes más y más y más!!!!!!!

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